«El 23 de febrero de 1981 el Parlamento se disponía a votar la investidura de un nuevo presidente de gobierno en sustitución del dimitido Adolfo Suárez. A las 18:23 h., en medio de la votación, un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero irrumpe violentamente en el hemiciclo y secuestra a los asistentes. Más allá de sus complejos entresijos y las repercusiones que tuvo en el panorama político del momento, el fallido golpe será recordado por las imágenes que produjo. La secuencia televisiva y la serie fotográfica que describen minuciosamente la entrada de los golpistas y los primeros momentos del asalto dieron la vuelta al mundo, destacando la entereza del propio Suárez, el Vicepresidente Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, únicos políticos que permanecieron impertérritos en sus escaños en un primer momento. Teniendo en cuenta la naturaleza del suceso, resulta insólito que se pudieran captar imágenes del mismo y, sobre todo, con ese grado de precisión. También es cierto que había un dispositivo previo establecido: la tribuna de oradores, donde se situó Tejero para amedrentar a los diputados, era el escenario principal de la actividad parlamentaria y como tal había dispuestas varias telecámaras en el hemiciclo para hacer su seguimiento. Su ubicación era: una en el lado izquierdo, otra en el derecho y dos frontales a la mesa presidencial del hemiciclo. Esto permitía una realización en directo para ofrecer en cada momento la imagen más apropiada. Al producirse el asalto, este quedó “integrado” en el desarrollo del “programa” con planos sucesivos suministrados por las distintas cámaras. A ello hay que añadir los minutos que pudo grabar una cámara en solitario, gracias a la entereza del operador Pedro Francisco Martín, una vez que los asaltantes se percataron del dispositivo. Todo ello otorga al resultado un carácter de espectáculo televisivo con la fuerte impresión de que las acciones se producen en tiempo real. Esta sensación es la que prevalece al verlas retrospectivamente y conduce a pensar que se emitieron en directo, cuando en realidad no fueron mostradas hasta el día siguiente.
Por su parte, los fotógrafos tenían y tienen reservadas dos zonas laterales, una a la izquierda y otra a la derecha, muy próximas a la mencionada tribuna de oradores para no interferir la actividad parlamentaria. Ese día había un buen número de ellos que, pasada la sorpresa inicial, pudieron disparar sobre lo que ocurría. Sin embargo, solo los dos reporteros, ambos de la agencia EFE, tuvieron la suficiente sangre fría como para esconder los carretes y sacarlos después al exterior. Tanto Manuel Pérez Barriopedro como Manuel Hernández de León han contado en detalle esta peripecia. Lo sustancial de la misma es que sus fotos se han convertido en complementarias, pues cada uno estaba en una zona distinta, y están formuladas desde un marco visual que antes formaba parte de la convención de las imágenes parlamentarias. Ambos realizaron varias instantáneas, sin embargo las más difundidas son dos (una de cada fotógrafo) que tienen como protagonista a Tejero y a Gutiérrez Mellado zarandeado por varios guardias civiles (ambas, por ejemplo, fueron conjuntamente a la portada de The New York Times y ABC del día siguiente). La secuencia televisiva conservada nos permite deducir el momento exacto en el que fueron realizadas.
Pero hay otra foto, la tercera de las cinco que hizo Hernández de León, que parece mostrar un impasse fugaz, como si los personajes circundantes no supieran qué hacer. En ella el fotógrafo ha cerrado ligeramente el campo en comparación con la foto anterior y Tejero sostiene su arma sin apuntar a nadie en concreto. La composición recoge una curiosa dispersión de las miradas: algunos personajes observan a Tejero, mientras otros sacuden su perplejidad en diferentes direcciones. Pese a que con frecuencia se reproduce recortada, la foto causa un equilibrio perfecto en sus dimensiones exactas gracias al juego de miradas que establecen los dos personajes de la izquierda y los dos de la derecha (el Presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, y el Vicepresidente Primero, Modesto Fraile), dejando a Tejero en la intersección de todas ellas. Pero lo sustancial está en otra mirada: la del propio Tejero. Sus ojos se dirigen al objetivo de la cámara como si hubieran descubierto al fotógrafo. Se obtiene así un momento singular, inadvertido para la cobertura televisiva, en el que el protagonista del golpe parece tomar conciencia del carácter teatral de su acción o desvelar el artificio que lo capta. Porque a nadie escapa que de todos era conocido el despliegue mediático de esa sesión del Congreso. Cabe pensar, pues, que asaltando el Parlamento se daba un golpe de efecto (tele/visual) sobre la institución depositaria de la soberanía popular (de hecho, el fin del golpe se produciría con otra intervención mediática: el discurso televisado del Rey). De ahí que, en este gesto concreto Tejero emerja como una contrafigura, una peculiar encarnación del mal destinada a desestabilizar el curso de la joven democracia (entendida aquí como sujeto de su acción). Su atuendo, sus ademanes esperpénticos y su voz extemporánea y tabernaria confíe en al personaje un carácter tragicómico (su imagen sería objeto de burlas y chanzas a posteriori), que conectaba con la peor tradición golpista del ejército español.
Por tanto, no resulta casual que instantes después de esta mirada desafiante (que a decir del fotógrafo le hizo temer por su vida en ese momento) se produjera la confrontación con Gutiérrez Mellado. Así lo muestran las dos fotos captadas a continuación. Como en las fábulas tradicionales no pudo haber un reparto de papeles más preciso: frente a los ademanes barriobajeros de los golpistas, el Vicepresidente mantuvo una actitud heroica, con un aplomo y dignidad que le convertirían en el verdadero protagonista de la asonada.
Mucho antes de su desenlace fáctico, el golpe había fracasado por su puesta en escena bronca y desabrida. Tanto la fotografía como la televisión desvelaron quién era quién en lo que pudo ser una tragedia y, con el paso del tiempo, acabaría recordando más a un sainete».
TRANCHE, Rafael R. (2016) «Instantáneas» (pp. 328-9) en Vicente J. Benet, Nancy Berthier, Rafael R. Tranche, Vicente Sánchez-Biosca (eds.), Carisma e imagen política. Líderes y medios de comunicación en la Transición, Valencia, Tirant Humanidades.
Referencias bibliográficas
Cercas, Javier. Anatomía de un instante, Mondadori, Barcelona, 2009.
VV.AA. “El golpe como representación”, Contracampo nº 20, marzo 1981, p. 11-20.