Pactos entre cigarrillos
Adolfo Suárez enciende el cigarrillo de Felipe González en el Salón de los pasos perdidos del Congreso de los Diputados, en octubre de 1977, cuando se negociaban los Pactos de la Moncloa. Ambos líderes mantenían encuentros fuera del salón de Plenos de las Cortes para negociar acuerdos en aquellas fechas de alta actividad política.
Gustavo Catalán

Cuando fue tomada la imagen, las principales fuerzas políticas negociaban el marco en el que habría de forjarse el texto constitucional, además de formular operativamente las directrices de una nueva política económica. El objetivo era neutralizar la conflictividad social mediante el consabido consenso y el diálogo. Fue un compromiso para implantar cierta austeridad salarial a cambio de una serie de contrapartidas que iban desde el inicio de una reforma fiscal, con el establecimiento de nuevos impuestos como el de patrimonio, hasta la construcción de un elevado número de puestos escolares o la extensión de las prestaciones de la Seguridad Social. Estos acuerdos políticos y económicos, que se firmarían el 25 de octubre de 1977, se conocen como los Pactos de la Moncloa. Marcarían un momento clave en la estabilización política y recuperación económica del país, así como un gran avance hacia la consolidación del proceso democrático.

La fotografía recoge una escena alejada de los formalismos de los despachos y reuniones oficiales, se sitúa entre bambalinas para capturar los entresijos del acuerdo. Refleja con inusitada precisión la cercanía entre líderes, que a pesar de la distancia ideológica supieron consensuar las bases de la convivencia democrática. Los protagonistas de la imagen son Adolfo Suárez y Felipe González. Suárez, elegido presidente del Gobierno tras las elecciones de junio de ese mismo año, era el líder de las fuerzas de centro derecha bajo las siglas de UCD. Felipe González dirigía al partido mayoritario de la oposición, el PSOE, que obtuvo en esas elecciones el 29% de los votos y 118 diputados, orillando al otro gran partido de izquierdas, el PCE. La imagen captura a dos personalidades políticas en boga, cuya capacidad de fascinación era equiparable. Ambos, jóvenes con carreras fulgurantes, sabían del poder de la imagen, también conocían el rol de los medios de comunicación en la transmisión de la cultura democrática y en la visibilidad de las figuras que pugnaban por el poder.

Tomada en un receso de la actividad parlamentaria, la imagen se sirve de los juegos de luces y sombras para recrear un ambiente de confidencialidad. El claroscuro es notable, con un fuerte contraste entre las áreas iluminadas y las sombras. El rostro de Suárez está iluminado parcialmente por la luz del mechero, mientras que González queda más en la penumbra, reforzando la sensación de complicidad. El encendedor crea un pequeño foco de luz directa, siendo un detalle casi pictórico, que hubiera desaparecido si se hubiera utilizado un flash. El punto de vista frontal y algo contrapicado permite observar la escena en toda su amplitud, algo así como si se revelara una escena secreta, aquello que no se quiere dejar ver. El gesto de compartir fuego, asociado a la confianza y camaradería, cierra simbólicamente este campo semántico. La imagen de Suárez proporcionando fuego a González –y también previamente el cigarrillo- puede interpretarse como un gesto metafórico de apoyo mutuo en la construcción de un nuevo sistema democrático. Al mostrarse en un momento personal y sin las tensiones de los discursos públicos, la foto refuerza la idea del carácter conciliador y pragmático de la Transición.

Pactos entre cigarrillos