Un príncipe abrumado
La investidura de Felipe de Borbón como Príncipe de Asturias, 1977
Gustavo Catalán

La investidura de Felipe de Borbón como Príncipe de Asturias, en la ceremonia que tuvo lugar en el monasterio de Covadonga, el 1 de noviembre de 1977 parece desbordar al niño-príncipe. La imagen representa la proyección de continuidad y estabilidad de la monarquía en el nuevo régimen. A nivel estético, su sobriedad y equilibrio visual reflejan la solemnidad del evento y capturan la mirada concentrada e ingenua del pequeño Felipe. Además, la elección del monasterio de Covadonga como escenario remarca el vínculo entre el presente y un pasado histórico que la monarquía española buscaba resaltar para legitimarse en la nueva etapa democrática.

La fotografía utiliza un enfoque selectivo que dirige la atención al joven Felipe, enmarcándolo con un fondo oscuro que elimina cualquier distracción y refuerza su centralidad en la escena. El contraste entre el rostro iluminado de Felipe y la figura desenfocada clerical del arzobispo, en primer plano, crea una narrativa visual que opone juventud e inocencia (futuro) a tradición e institucionalidad (pasado y presente). La profundidad de campo reducida desenfoca a la figura del clérigo, lo que no solo realza al protagonista sino que también establece una jerarquía visual en la escena. El gesto serio de Felipe refuerza la sensación de responsabilidad que el momento implicaba, a pesar de su infancia. La textura del fondo negro contrasta con la figura clara del niño, reforzando la sensación de luz y esperanza frente a un contexto histórico de Transición

Un príncipe abrumado (Gustavo Catalán, 1977)