Tras la capilla ardiente en el Colegio de Abogados y la salida de los féretros de los cinco miembros del bufete laboralista de la calle Atocha asesinados por un comando fascista, la multitud congregada se mantenía pasiva y silenciosa tal como había acordado el PCE (al que pertenecía el despacho) para que se permitiera el acto público. Nada más dirigirse la comitiva fúnebre hacia el cementerio, unos policías violentamente urgieron el desalojo de la plaza, causando heridos. Varios miles de indignados asistentes, en su mayoría de grupos de extrema izquierda, no obedecieron la orden de disolverse y exteriorizaron su contenido dolor mediante una manifestación que superó la barrera policial por el lateral de Recoletos, torció por Cibeles para bordear la Puerta de Alcalá y, voceando airados contra el franquismo y por la República, proseguir calle Alcalá arriba hasta El Corte Inglés de Goya, donde se improvisó un mitin para denunciar la protección de la que gozaban los fascistas, siendo atacados por un pelotón de antidisturbios que, de modo expeditivo, terminó una de las primeras grandes manifestaciones no autorizadas que recorriera el centro de Madrid; y apenas conocida, ya que según el relato ‘políticamente correcto’ de la ‘ejemplar’ Transición, la luctuosa despedida a las víctimas del atentado transcurrió sin incidentes.
Demetrio Enrique Brisset