La antiquísima fiesta del Invicto Sol en el solsticio de verano, bautizada como del Cuerpo de Cristo o de la Eucaristía, fue la más importante en España desde el siglo XIV hasta la industrialización. Actualmente quedan vestigios de su pasado esplendor en las ciudades de Toledo, Granada y Valencia, y en algunos pueblos. En 1976 acudí ese festivo día a Toledo provisto de una réflex con película infrarroja y otra con Tri-X. Tras recorrer la procesión buscando los espectros detentadores del Poder, aboqué a la céntrica plaza de Zocodover en el momento cumbre de la bendición eucarística, y con un gran angular 19 mm y la apreciada colaboración de un niño con globo que se arrimó a la monumental custodia de Arfe, bajo la inquisitorial mirada de los canónigos y la perplejidad de la tropa obtuve una mágica instantánea que, para mí, refleja la apropiación del espacio público para los rituales de una religión aliada del estamento militar. Y aunque la Constitución del 78 establezca un Estado no confesional, esta situación se mantiene.
Demetrio Enrique Brisset