Eran los tiempos en los que las campañas electorales eran las de los furgones con megafonía, el empapelado de carteles con el puño y la rosa o los sorteos del último Seat y de televisores en color. España estaba transitando hacia el cambio con una democracia que daba sus primeros pasos. Un PSOE que hasta hacía poco funcionaba desde la clandestinidad aspiraba entonces a gobernar y vivió una movilización fresca y moderna, acorde a los tiempos de cambio.

La campaña tuvo una fuerte inversión publicitaria y un slogan único a lo largo de toda ella: “Por el cambio”, marcando las diferencias con las propuestas anteriores del mismo partido. La campaña apostó por una fuerte personalización en torno al líder Felipe González, quien desplegaba seducción y apelaba a la ética como elemento de cambio en sus más de 40 mítines. Recorrió casi toda España en un autobús especial a lo largo de los 21 días que duró la campaña con asesores y prensa, en un clima amable y cercano, como muestra la imagen: “hacer campaña electoral en España en un autobús era una auténtica novedad y esa campaña fue histórica, Felipe era amable, asequible, cercano, brillante (…) Nunca volví a hacerle fotos con tanta comodidad, después se convirtió en el presidente más difícil que he fotografiado” (Cano, 2008).